El miedo a los truenos, voladores/fuegos artificiales, petardos, armas de fuego… o incluso a las aspiradoras domésticas, es algo muy común en los perros. Este trastorno se considera una fobia al ruido.
La alta capacidad auditiva de estos animales, redunda también en una elevada sensibilidad al ruido. Esta sensibilidad viene asociada con los niveles de estrés que padecen. Y como el nivel de estrés basal en cada perro es heterogéneo, la fobia al ruido, es variable entre individuos y razas. La manera en la que fue criado nuestro perro o su aprendizaje vital posterior, influyen en esta respuesta. Se sabe que los cachorros transportados en avión antes de los cuatro meses de edad, tienden a padecer más fobias. Pero también parece que puede haber un componente racial/genético, con razas más sensibles que otras, y que afecta a la manera de expresarlo.
Aun así, la fobia al ruido, aunque es un trastorno común, es ignorada por los propietarios. La mayoría de las veces no acuden al veterinario hasta que los signos clínicos son extremos, aplicando el tratamiento innecesariamente tarde. Estudios recientes establecen que hasta el 50% de los perros muestra signos de miedo y ansiedad cuando se exponen a este tipo se ruidos.
Las diferentes fuentes de ruido tienen sus propias características. Por ejemplo, el sonido intenso y continuo de una aspiradora doméstica, difiere mucho del de una tormenta, en la que truena, más lejos o más cerca y un número de veces indeterminado. La duración, distancia del origen, frecuencia, intensidad, secuencias de estruendos y variabilidad dentro de cada fenómeno, hace que cada episodio afecte más o menos. Esto aumenta aún más la heterogeneidad en la respuesta en este trastorno.
Otros factores que complican la respuesta de estrés, en las tormentas son la percepción de una menor presión atmosférica, los relámpagos o la electricidad estática.
Estrés y ansiedad
Podemos identificar dos estados diferenciados en nuestro perro. El miedo, como el estado de alarma y agitación en respuesta a un estímulo concreto. Y la ansiedad, como estado de anticipación frente a un peligro inminente, o como recuerdo frente a uno pasado. Ambos estados describen la respuesta del perro durante esta fobia.
Ser capaces de identificar los signos de la ansiedad, para mitigarla y evitar un ataque de miedo, esa sería la mejor estrategia a aplicar de encontrarnos en este escenario.
Las formas de manifestar los perros su miedo al ruido, suelen seguir un patrón más o menos variable. Pueden esconderse, pudiendo buscar refugio bajo cualquier mueble, o en nosotros mismos, esperando resguardo. También ladran, destrozan, gimen o aúllan, rascan o incluso se orinan y defecan. Una situación típicamente descrita por los propietarios, es la que ocurre durante el paseo, cuando por un ruido inesperado de este tipo el perro comienza una huida despavorida.
Luego, hay signos no tan evidentes a los ojos de los propietarios, pero que son indispensables para la detección temprana del problema. Estos pueden ser la inactividad, la salivación o el lloriqueo muy leve.
Qué debemos hacer si nuestro perro tiene miedo a los ruidos fuertes.
Comprender que lo que padece nuestro perro es, sencillamente miedo, es el primer paso que debemos dar para ser unos dueños responsables. Por ello, por simple obviedad, no debemos castigarlo si tiene reacciones anormales. El castigo lo que hará será que nuestro perro asocie el ruido que genera y le da miedo, con un castigo que va de la mano, potenciando entonces su nivel de ansiedad.
Por otro lado, tampoco debemos agasajarlo. Acariciarlo, lo que podría considerarlo como un premio, produciría una asociación positiva. Con este refuerzo fuera de contexto, nuestro perro aprende que su estado ansioso es apropiado, reforzándolo más. Lo más adecuado sería intentar calmarlo, distrayéndolo con juego, por ejemplo.
Proveer de un lugar de refugio para que se esconda, como su comportamiento natural le despierta a hacer, es una manera adecuada de proceder. Podemos localizar una zona de la casa en la que se sienta protegido y donde idealmente los ruidos puedan estar amortiguados de alguna forma. Normalmente su jaula suele aconsejarse para ello. Si lo cubrimos de forma que se amortigüen los sonidos, cumpliríamos con el objetivo. Además, podemos añadir golosinas como premio para animarlo a acudir a este refugio. Existe en el mercado jaulas especialmente preparadas para este fin.
Durante estos episodios ayuda también el haber desarrollado hábitos previos de interacción del animal con su dueño. Nos referimos con esto, por ejemplo, a enseñarle a sentarse, echarse… de manera que reciba un premio tras hacerlo. Cuanta más interacción, en general, más fácil será poder tratar el trastorno fóbico.
Como propietarios, debemos ser conscientes de que podemos ayudar a mitigar su miedo, pero no curarlo.
Para lograr esto, lo que desde VETranking te recomendamos es que acudas al veterinario. Ante un episodio de este tipo, o ante aquel que puedas prever. La prevención y el tratamiento tempranos son claves para evitar que los problemas se agraven. Te aconsejará sobre qué tratamiento es el que mejor se adapta a tu perro. Dentro de nuestro directorio puedes localizar cualquier veterinario que necesites. Si no encuentras lo que buscas, consúltanos. Además, también puedes buscar a los verdaderos especialistas en comportamiento animal, los veterinarios etólogos. Hoy en día la investigación en este campo ha avanzado mucho y existen varios tratamientos y accesorios para tratar este trastorno. Desde la aplicación de sedantes leves a tratamientos basados en feromononas, pasando por terapias de modificación conductual. Tu veterinario te aconsejará adecuadamente al respecto.
No ignores el problema. Ofrecer una mejor calidad de vida a nuestra mascota seguramente redundará en una mejor calidad de vida también para nosotros.